por Bill Bigelow y Bob Peterson
(Traducido de ingles por Floralba Vivas)
Nosotros comenzamos este libro con la intención de enfocarnos en las fábricas de explotación laboral y labor infantil alrededor del mundo. Como muchos otros, estamos alarmados por las historias, abuso físico en las fábricas Nike en Vietnam, por las imágenes de niños hasta de seis años árduamente trabajando en balones de fútbol en Pakistan, y por las revelaciones de que la mayoría de las fábricas de ropa le pagan a los trabajadores centavos por hora en lugares como Haití y Honduras mientras que cobran altas cantidades de dinero en casa.
Pero mientras más nos enfocábamos en los mayores “¿Por qués?” más duro era contener nuestra enseñanza a las categorías de “fábricas de explotación laboral” y “labor infantil” simplemente. Fue imposible separar nuestra enseñanza acerca de las condiciones distorsionadas para los trabajadores alrededor del mundo de todos aquellos factores que producen la desesperación que forza a las personas a trabajar bajo dichas condiciones. Estos factores incluyen:
La historia de la dominación colonial de una gran parte del mundo que tomó economías autosuficientes y las distorsionó horriblemente.
La crisis de la deuda, y cómo ha sido manipulada por las instituciones occidentales que las rigen como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los cuales amedrentan a los países más pobres con “programas de ajuste estructural.”
El libre comercio, con un énfasis “neo-liberal” en los recientes acuerdos como la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte), y ahora la Organización Mundial de Libre Comercio, las cuales exhortan a los países pobres a exportar de manera de mejorar su salud económica y para especializarse en el “comodín” de la mano de obra barata.
Las intervenciones militares en países tan lejanos como Vietnam, Guatemala, y el Congo, los cuales han disipado rutas alternativas para el desarrollo.
Mientras más enseñamos acerca de los asuntos de globalización, más nos encontramos diciéndole a nuestros estudiantes: “Todo está conectado. No pueden entender lo que está pasando en una parte del mundo sin ver cómo se relaciona con lo demás.”
Por ejemplo, en la lucha de la población indígena Huaorani (descrita en el drama, “Petróleo, selvas tropicales, y culturas indígenas,” p. 268) la crísis de la deuda forza al gobierno a buscar agresivamente los recursos de dinero en efectivo – como el petróleo – para hacer los pagos de intereses a los bancos internacionales. Las compañías petroleras transnacionales toman ventaja de la pobreza esparcida para pagar sueldos de hambre a los trabajadores que hacen su trabajo bajo condiciones terriblemente riesgosas. Y, como un toro en una tienda de vajillas, a su paso devastan frágiles ecosistemas selváticos. En la búsqueda de ganancias, las compañías tratan a las personas y el medio ambiente como recursos para explotar. Pero no sólo las selvas están siendo devastadas, las culturas indígenas que dependen de estas selvas también corren el riesgo de desaparecer.
Si las compañías tuvieran el éxito de extraer todo el petróleo del territorio Huaorani en Ecuador – quizá con un valor de 2 billones de dólares-supliría combustible para los autos en los Estados Unidos solamente por 13 días. Entonces, mientras más enseñamos acerca de la situación en el tercer mundo, más nos trajo de regreso a casa – a casa, a una epidemia de consumismo que nos ata a la pobreza de otros alrededor del mundo, y nos ata a la creciente crisis ecológica que amenaza hasta la existencia de vida en la tierra.
Y como una gran sombra en la crisis de Ecuador y de muchos países pobres está el legado de las intervenciones militares norteamericanas – especialmente en nuestro hemisferio – que han hecho abortar los modelos alternativos de democracia y desarrollo. La globalización no es simplemente un fenómeno económico; está acompañado de un gran garrote que se ha usado vez tras vez, más a menudo por los Estados Unidos, para proteger las riquezas y los privilegios.
La interconexión de asuntos se vió en casa muy poderosamente al final de 1999 con las demostraciones en contra de la Organización Mundial de Libre Comercio en Seattle, resumida en la celebrada pancarta “Turtles and Teamsters: Together at Last.” Lo que fue más remarcable acerca de los eventos en Seattle fue que, por primera vez, las protestas masivas no tuvieron como blanco un asunto solamente, sino una constelación entera de quejas. La presencia de los trabajadores del acero de Norteamérica, agricultores coreanos, mineros surafricanos, ambientalistas franceses, y maestros canadienses marchando lado a lado resaltó este despertar político.
Al enseñar y organizarnos alrededor de estos asuntos, es vital que enfaticemos la centralidad de la raza. El desarrollo del colonialismo europeo ha sido encasillado en teorías de superioridad blanca, la cual buscó justificar el asesinato de indígenas, el robo de sus tierras, y la esclavitud de millones de africanos. El sistema actual de desigualdad global se construye sobre estos enormes crímenes y es similarmente legitimizado, aunque más sutilmente, por la idea de superioridad blanca. El vasto desbalance de riquezas y poder se relaciona de gran manera con el color de piel. Siglos de racismo han normalizado esta desigualdad y han cegado a demasiadas personas a sus manifestaciones contemporáneas.
“SUS” VIDAS Y LAS “NUESTRAS”
Mucha de la cobertura de los medios de comunicación sobre globalización está entre las líneas de “nosotros” y “ellos.” “Nosotros” no tenemos cosas como labor infantil y fábricas de explotación laboral. Pero por supuesto que las tenemos. En realidad, muchos de los observadores saben que tenemos más fábricas de explotación laboral en este país que antes – especialmente si incluímos las fábricas de explotación laboral agrícolas- para los trabajadores del campo. Al considerar la gran, interconectada escena al hacer este libro, tratamos también de enfocarnos en las condiciones en casa. No queríamos que este fuera un currículo de lástima. Esperábamos que los estudiantes consideraran que si uno trabaja en una “fábrica de explotación laboral” o no, nuestras vidas son directamente afectadas por la global “carrera al fondo” que pone en contra a los trabajadores alrededor del mundo. Las personas aquí tienen una imperativa moral de ayudar a las personas en otros lugares. Pero también tenemos partido al retar las condiciones de pobreza alrededor del mundo que ejercerán una fuerza que desciende en las condiciones aquí.
Al comienzo del desarrollo de este libro, una maestra expresó su punto de vista de una manera diferente. Ella nos dió el consejo de no enfocarnos solamente en la explotación “allá.” “No solamente está pasando en los países del tercer mundo”, dijo ella. “Mis estudiantes están siendo robados de sus horas en McDonald’s; ellos y ellas son forzados a trabajar tarde y los supervisores los irrespetan.” Aún con estas diferencias importantes, las mismas fuerzas de mercado que juegan su papel en México o Indonesia influyen la vida aquí también – y a menudo en maneras mucho más horribles de las que se encuentran, digamos en McDonald’s. La globalización ha interrumpido tanto la vida de las comunidades que la desesperación de las personas los han hecho convertirse en blancos fáciles para innumerables abusos. El tráfico de mujeres y niños como esclavos sexuales es uno de los ejemplos más trágicos. Los inmigrantes alrededor del mundo, incluyendo los Estados Unidos, trabajan bajo algunas de las peores condiciones imaginables; y las personas mueren diariamente tratando de cruzar la frontera entre México y los Estados Unidos.
Una de nuestros estudiantes tomó muy a pecho nuestro refrán “todo está conectado:” “Si todo está conectado,” decía, “entonces no se puede cambiar algo sin cambiar todo. Pero no se puede cambiar todo, entonces no se puede cambiar nada.”
Su observación fue muy profunda pero también muy preocupante. En nuestra enseñanza y en este libro, queremos indicar que los esfuerzos de las personas para pelear por una vida más decente hacen una diferencia enorme. A lo largo del libro resaltamos las luchas históricas y contemporáneas que se han dado para atender los diversos, pero interconectados, problemas que se describen en detalle aquí. El mundo es un mejor lugar por esos esfuerzos, y estos son recursos vitales de esperanza para nuestro futuro.
Pero la parte interna de nuestros estudiantes también necesita ser considerada. Ella se equivoca al decir que no podemos cambiar nada. Pero ella acierta en que tenemos que cambiar todo, si por “todo” ella quiere decir las ideas y prácticas conectadas que hacen primordiales los intereses privados y ponen por debajo los bienes comunes. Este libro es un argumento a la necesidad de mantener en nuestros salones de clase la imagen global. El mundo es una red de relaciones. Para ser verdaderamente efectivo, cada esfuerzo para hacer una diferencia necesita estar basado en ese análisis más amplio. De la misma manera, cada esfuerzo para enseñar acerca del mundo debe tener la información de esa escena global.
Cuando usamos la palabra “globalización” en el título del libro, nos dimos cuenta de que estábamos promentiéndole a los lectores, literalmente, el mundo. Hicimos nuestro mejor esfuerzo. Pero hay enormes áreas que podemos haber mencionado pero que no cubrimos adecuadamente aquí: la crísis global del SIDA y los asuntos de salud pública, en general; muchas de las maneras en las que la globalización impacta a las mujeres y niños; las migraciones globales; la guerra en contra de las drogas y la intervención militar en Colombia; la amenza que presenta el calentamiento global; la privatización del agua; la falta de vivienda global; asuntos de reparaciones para el tráfico de esclavos y colonialismo. Tampoco cubrimos tan profundamente como nos hubiera gustado los movimientos para la justicia global y las preguntas acerca de los sistemas económicos y sociales que necesitan poner su atención a la enfermiza sed de ganancia creada por la globalización.
Al acercarnos a la publicación, el mundo quedó estupefacto por los terribles eventos del 11 de septiembre del 2001. En un nivel, estos eventos nos dirigieron a otras limitaciones de este volúmen. No cubrimos los asuntos de religiones fundamentalistas o terrorismo. Tampoco presentamos artículos que examinan cómo la globalización ha afectado el mundo musulmán – y de cómo puede estar relacionado con el desarrollo de redes violentas como Al-Qaeda.
Sin embargo, los eventos del 11 de septiembre son el más claro argumento imaginable para el tipo de investigación que propone este libro: Una profunda educación acerca de la globalización debe ser vista como una destreza básica en cada escuela. Es más urgente que nunca que los estudiantes tengan una visión profunda y crítica a la dirección que está tomando el mundo. ¿Cómo está impactando el alcance del mercado global a las culturas en todos sitios? ¿Cuáles son las consecuencias de las vastas y crecientes desigualdades de bienes y poder? ¿Es esto lo mejor que podemos hacer? ¿Cuáles alternativas podemos imaginar? Cubrir preguntas de este tipo no es simplemente importante desde un punto de vista académico. Es literalmente un asunto de supervivencia.
Esperamos que este libro se una a la conversación de cómo podemos enseñar acerca de la justicia global de una manera significativa. Y los exhortamos a que contribuyan a esta conversación, quizás subscribiéndose a la lista de enseñanza crítica de Rethinking Schools (instrucciones en www.rethinkingschools.org/rg).
Al pensar en nutrir el éxito de nuestros estudiantes, recordémonos a nosotros mismos que sí, enseñamos para asegurar el futuro de cada estudiante, pero ese futuro está íntimamente relacionado al futuro de otras personas alrededor del mundo – y al de la tierra misma.
Last Updated Fall 2004