El desarme de la familia nuclear
Un libro que refleje la realidad del salón de clases
Translator: César Peña-Sandoval
Illustrator: Christiane Grauert
Tengo más de mil libros en la biblioteca de mi aula, recolectados de ventas de garaje, tiendas de libros de segunda mano y las colecciones de mis alumnos anteriores que ya superaron la edad de los libros ilustrados. Como educadora de justicia social, trato de llenar la biblioteca de mi aula de primaria con libros que cuenten con personajes de una variedad de culturas, tradiciones, clases y orígenes. Y, sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, estoy consternada por la forma en que muchos de los libros de mi colección, aunque reflexivos y bien escritos, presentan a la familia como una unidad nuclear, ya sea humana o animal. Incluso mis autores preferidos utilizan el núcleo familiar como norma.
Kevin Henkes es uno de los favoritos en las aulas de primaria de todo el país. Los ratones que pueblan sus libros enfrentan las luchas universales de los niños: la ansiedad de separación, las burlas, la soledad, la empatía. Por desgracia, los libros de Henkes presentan algo más como universal: una madre y un padre cariñosos, más un hermano o dos esperando en casa para aliviar y apoyar a quien enfrenta esas luchas.
Trudy Ludwig ha escrito una excelente colección de libros, entre ellos Trouble Talk y Sorry, que explora con profundidad las dinámicas de poder entre los niños y ofrece estrategias de cómo un niño puede pasar de ser víctima a defensor de sí mismo –con un poco de ayuda de una mamá, un papá y un hermano en una casa bien ordenada de los suburbios. El mensaje de empoderamiento es noble y esencial, y es por eso que le leo estos libros a mi clase cada año. Pero otro mensaje también se trasmite cuando estos libros se leen uno tras el otro: las familias de dos padres heterosexuales son la norma.
Cuando un libro reconoce la existencia de otras estructuras familiares, la diferencia es a menudo el enfoque de la historia, como por ejemplo el hecho que Addison tiene dos casas de lujo en lugar de una en Standing On My Own Two Feet: A Child’s Affirmation of Love in the Midst of Divorce (Parado sobre mis dos pies: la afirmación de amor de un niño en medio de un divorcio) de Tamara Schmitz. Si quieres leer una historia sobre niños bajo la custodia del gobierno, tendrás que buscar bastante y arduamente para encontrar algo que no sea una guía sobre la transición al entrar o salir de custodia. El mensaje parece ser que a pesar de que no eres normal, todavía puedes llegar a aceptar lo que te dio la vida (sobre todo si eres blanco y tienes a alguien que te lleve al karate). Necesita uno esforzarse mucho para encontrar libros que incluyan padres del mismo género, padrastros, niños en custodia o adoptivos, u otras familias no tradicionales que sean el trasfondo de un cuento de aventuras, una parábola de amistad o una comedia de vacaciones; las familias que no son tradicionales son el tema de la historia o, más a menudo, no son incluidas en absoluto.
Cuando las familias de dos padres heterosexuales se presentan como la norma en una historia tras otra, año tras año, se transmite un mensaje: las familias que no se ajustan a esta estructura no son normales. Y, por supuesto, el mensaje se ve reforzado en la mayoría de las películas y programas de televisión dirigidos a los niños. La vergüenza, el secreto y la evasión pueden ser el resultado de este mensaje reiterado.
Yo lo veo en juego en mi salón de clases. Hace dos años tuve una estudiante con madres lesbianas divorciadas, hermanastros y una familia extendida y unida. Dudo que cualquier libro para niños incluya a una familia como la de ella. Era una familia ruidosa y amorosa, y Marie era una niña ruidosa y amorosa. Sin embargo, rara vez divulgaba que tenía dos madres y, de hecho, fabricó un padre ausente a comienzos del año. Otro chico, Andrew, no quería que nadie supiera que era adoptado, por miedo de que pensaran que era “raro”. Dijo que era lo suficientemente difícil tener la piel oscura, cuando sus padres y la mayoría de sus compañeros de clase eran blancos; que no quería que los niños pensaran que también era diferente de otra manera. Me enorgullezco de tener una comunidad en mi clase que es acogedora y atenta, pero el efecto dañino del sistema familiar que domina los libros infantiles y los medios de comunicación parece entrometerse en nuestra cálida comunidad como un humo tóxico.
¿Qué debe hacer una maestra de 2do grado? ¿Deshacerse de todos los libros de Kevin Henkes y privar a los niños de 7 años del placer de repetir “Crisantemo, Crisantemo, Crisantemo”, cuando animan al personaje principal a que acepte su nombre inusual y se acepte a sí misma? ¿Ofrecer calificativos dispersos antes de leer en voz alta, tratando de explicar el paradigma heteronormativo en un lenguaje que entiendan los niños? ¿Crear una biblioteca donde cada estructura familiar está representada por igual, garantizando así una biblioteca de más o menos cien libros? He contemplado todos estos escenarios en mis momentos de desesperación, pero ninguno parece realista.
Families de Susan Kuklin
Por suerte existen recursos que alumbran el camino a seguir. Hace unos años descubrí un hermoso libro de Susan Kuklin titulado simplemente Families (Familias). Kuklin pone la estructura familiar en un contexto más amplio de diversidad de todo tipo. Para crear el libro, entrevistó a niños de 4 a 14 años de una variedad de estructuras familiares, principalmente en la ciudad de Nueva York, pero también en las comunidades rurales. Luego trabajó con los niños para seleccionar el texto de una página que describiera a los miembros de su familia, sus tradiciones religiosas, su hogar, sus pasatiempos y sus estudios. Un retrato de familia acompaña a cada página; los mismos niños eligieron la ubicación, la ropa usada por todos los miembros de la familia, las mascotas y los accesorios. El efecto en general es una mirada refrescante y concreta a 16 familias muy diferentes. Una chica llamada Ella es una aficionada a los campamentos de verano y fue adoptada por sus dos padres cuando era un bebé. También están Kira y Matias, niños mestizos que viven al lado de un arroyo y aman capturar peces para la cena. Yaakov, Leah, Miriam y Aser son judíos ortodoxos que se ríen de sí mismos con ridículos lenguajes inventados. Chris, Louie y Adam son hermanos muy unidos cuyos padres vienen de Puerto Rico y la República Dominicana; ellos hablan sobre alimentos e idiomas y sólo mencionan de pasada que Louie tiene síndrome de Down.
Hacemos nuestro propio libro
Este libro puede tener todo tipo de usos en el aula. Yo lo uso como un texto guía para escribir nuestro propio libro de clase sobre familias. Cada día leo en voz alta la historia de una familia a la clase. El tono directo del libro conlleva fácilmente a una discusión directa después de haberlo leído. Les pido a los niños que hagan conexiones entre la familia que acaban de conocer en el libro y sus propias familias, o las familias de sus amigos o vecinos. ¿Qué tienen en común? ¿Cuáles son algunas diferencias? La clase comienza a menudo con los idiomas inventados –¡ellos también inventan palabras chistosas!– o los pasatiempos y los hábitos de estudio que comparten con los niños del libro. Pero no pasa mucho tiempo antes de que la conversación se haga más personal. Finn menciona sus tías lesbianas, dos hijos de familias divorciadas comparan cómo comparten o no su tiempo entre hogares, el devoto cristiano Isaiah se da cuenta de que tanto él como un joven musulmán en el libro se consideran siervos de Dios.
Con el tiempo, empezamos a elaborar nuestras propias narrativas. En primer lugar, hacemos una lluvia de ideas sobre los temas que surgieron una y otra vez en el libro –la comida, la religión, las tradiciones, los deportes y los pasatiempos, las descripciones de los miembros de la familia– y los niños empiezan a hacer listas de las cosas en sus propias vidas que caben dentro de cada categoría. Luego escriben, cada uno en su propio estilo. Ramona cuenta como sus primos vinieron a vivir con su familia como hijos adoptivos. “Mi mamá quería saber cuánto tiempo se quedarían, pero ahora estamos todos contentos de que hayan venido”. Isaiah nos cuenta que la religión es la parte más importante de la vida de su familia. Marie escribe sobre sus dos mamás y Rory explica que no tiene un padre o hermanos, pero sus tíos y mascotas toman el lugar de ellos, y él y su madre tienen una relación muy especial porque solo son ellos dos. Andrew, después de unas discusiones ansiosas con un par de compañeros de confianza y conmigo, decide incluir su adopción en su narrativa:
Hola, soy Andrew. Tengo 8 años de edad. Tengo una hermana y no tengo hermanos. Yo vivo en Oregón. Fui adoptado porque mi madre biológica no podía cuidar de mí. Mi papá estaba en el trabajo, entonces el teléfono sonó. Alguien dijo en el teléfono, “Jon, ¿quieres ser padre?”. ¡Si! Un día después, mi mamá y mi papá llegaron al lugar donde estaba yo. Mi nueva mamá y papá me llevaron a casa.
Una vez creadas las narraciones, los niños traen fotos para utilizarlas como ilustraciones o me dicen como fotografiarlos haciendo cosas que les encanta hacer en la escuela. Ellos pegan sus relatos y sus fotos en un papel de construcción grande y así crean su propia página en la edición de Familias de nuestra aula. Para finalizar el proyecto tenemos una celebración de escritura en el aula. Los niños ponen sus páginas cuidadosamente sobre las mesas y pasamos la hora rotando de mesa en mesa, leyendo historias y dejando notas de felicitación y conexiones. “¡Mi familia también se va de excursión durante las Pascuas!”. “¡¿Tienes dos mamás?! ¡Eres muuuy afortunado!”.
Al final del día, recojo todas las páginas y las junto en una carpeta. Ahora hay por lo menos un libro en la biblioteca de nuestra aula donde todos mis estudiantes pueden encontrarse a sí mismos.
Si mi clase estuviera equipada con literatura de alta calidad que ofreciera un espectro completo de las estructuras familiares, aún así quisiera tener este libro, nuestro libro, en el centro de la biblioteca. Es una gran satisfacción para los niños verse reflejados en libros y otros medios de comunicación. Asimismo, es poderoso y reconfortante que sus propios compañeros los vean. O sea, quiero dos cosas para ellos: un mundo en el que sientan que pertenecen y una comunidad en el aula donde se sientan reconocidos.